Roblones cantábricos

Tenía ya ganas de hacer una escapada al norte de la península ibérica, después de verse truncado este plan en el 2020. El objetivo era visitar algunas zonas de especial interés botánico, ambiental y paisajístico. En concreto quería visitar algunos de los bosques mejor conservados de toda España.

En esta ocasión, siendo otoño, el colorido del paisaje era impresionante. Pude visitar enormes y preciosos bosques de robles albares que iban tornando en hayedos según ganabas altitud. En algunos claros se dejaban ver cerezos de un rojo intensísimo, sauces, mostajos, acebos, serbales, brezos o rosales silvestres, y en los pequeños ríos o arroyos una exuberante vegetación de ribera compuesta por álamo tembón, abedules, alisos, etc…

Era curioso ver como en pleno hayedo, aparecían betustos roblones, que contaban cómo debió ser el monte décadas atrás, de robles adehesados que los antiguos pastores aprovecharían para bellotas, renuevos para el ganado, leña, o lo que fuere, y que estaban repartidos por el monte entre el hayedo.

Daba lástima ver cómo estos venerables árboles iban siendo asfixiados frente al implacable y asfixiante avance del hayedo. A algunos se les veían numerosas podredumbres, fruto del paso del tiempo, del alcance de rayos, de antiguas podas o ramas desgajadas por las copiosas nevadas, pero allí estaban aferrándose a la vida, compitiendo contra las hayas mucho más jóvenes, más adaptadas a la oscuridad y más vigorosas.

Roblón, quercus petraea
Roble albar, quercus petraea
Hayedo

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