Para todos aquellos a quienes les guste salir al campo, si han salido este otoño por zonas donde hay querquináceas. Habrán podido observar el gran año que se ha dado en cuanto a producción de bellotas.
Parecía que la gran sequía de este verano iba a lastrar la fructificación del otoño, ya que había, al menos en el sistema central, robles sobre todo, que empezaron a otoñar antes de finales de verano debido al estrés hídrico que estaban soportand. Finalmente, unas bondadosas lluvias vinieron en el momento preciso para salvar la temporada y obsequiarnos con una gran producción de bellotas.
Este año he podido recolectar algunos quercus que tenía ganas de sembrar y que hace algunos años que no lo hago, y es que he podido conseguir bellotas de roble albar o quercus petraea, y una rareza que se da en algunos valles del sistema central oriental, quercus robur, o roble carvallo, que es el que se da por el norte y de ahí que sea una rareza botánica.
En total, finalmente he podido sembrar un centenar de quercus robur y otro centenar largo de quercus petraea, que espero que salgan adelante en su gran mayoría, para poder crear nuevos núcleos de propagación de estas especies, que en según qué zonas del sistema central son algo escasas. Algunas de las bellotas que he sembrado ha sido directamente en suelo, que es como más me gusta sembrar las querquinaceas debido a sus potentes raíces que hacen que sea bueno que el árbol arraigue y se establezca bien desde su nacimiento. En primavera mostraré aquí el resultado de esta siembra, así que el tiempo dirá.